Porque ya no se puede soñar

La noche eterniza el momento en que recuerdas, incuba rostros y figuras que, al amanecer, quebrarán la realidad que te rodea.

La cotidianeidad nos corrompe y el único modo de salir de ella es trabajar por recordar; nunca olvidar el pasado para pisar firme en el presente, concientizar que estamos en un sitio prestado y que respiramos aire contaminado, ajeno, construir el futuro basados en el segundo que se aproxima, amenazante.

Tarea ardua abrazar al desencanto, volverlo parte de tu vida y, cuando haya perdido su utilidad, desecharlo, borrar con un paño las huellas digitales que se hallan plasmadas en la piel, en la tinta, en el papel que, nunca olvidarán un rostro sonriente, firme, pleno.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Esto no es literatura

Bueno, ya aestoy d regreso,les dejo el aviso del nuevo da pub, el MM esta poca madre asi q leanlo, y un texto. Por primera vez en mi blog subire un par d videos, uno es d la fuga se llama por verte sonreir, el otro se llama cada dos minutos, es de despistaos, son parte del texto, un saludo y pasenla bien mientras puedan .

POR CIERTO 1300 VISITAS, WOW, MUCHAS GRACIAS!!!!!!!!!

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Estimados amigos: Debido a problemas tecnicos que ya se estánresolviendo les quiero informar del cambio de direccion de Mighty Mauy Da Pub: http://web.mac.com/ojodecain/iWeb/dapub/home.html A partirde ahora ahi estaremos como siempre con las aventuras del panzon mascarismatico del DF y su podcast favorito de la red. les agradecemos mucho suparticipación y visitas,recuerden que estamos para escucharlos, asi que dejensus comentarios sobre lo que les gustaria escuchar y no escuchar en Da Pub.Muchas Gracias y Suerte.De todas formas ya está linkeado correctamente en esta pagina, el primer vinculo,saludos-


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Un día de copas

Un día de copas, mientras observábamos el atardecer y sus carcajadas sonoras, la conversación alrededor de la fogata, luciérnagas elementales que iluminaban nuestro rostro, rondaba lugares comunes y vacíos. Aquel de ojos condenados sólo me dirigía la palabra para recriminar, para sentenciarme en su reflejo y expresiones; junto a él estaba el gran hombre, de frente a mí intentaba escucharme, mas los gritos de sus culpas silenciaban su buena intención. Había un tercero, uno como todos, cínico, crítico, mordaz, infantil, intolerante y lleno de razones para argumentar sus victorias, él era dos hombres, el pasado, el futuro.
Los contemplaba estáticos, violentos, justo como lava incomoda bajo la tierra, los tres (¿o cuatro?) forjaban historias terribles, tristes algunas, dichosas las menos y bebiendo cañas de cerveza dejamos de hablar. El silencio dejó caer sus uñas sobre los vasos, ahora, en el –irremediablemente origen de la poesía- silencio, los epitafios acudían a nuestros riñones y descansaban anhelantes de verdad.
Fue entonces que los gritos opacos comenzaron, la sangre corría por nuestras palabras y las malas intenciones se ahogaban en los oídos del enemigo.
Encorvado, herido en las arrugas de mi piel, salí de aquella habitación adornada en jade y obsidiana, antes de que la última piedra de mi columna vertebral fuera derribada.
El cigarro quemaba mis dedos mientras se consumía triste, solo; fue entonces que decidí escribirte, dado que ya no tenía con quien hablar de ti y no paraba (no paro) de recordarte mediante el olvido traicionero, fiel a los cultistas de su secta, ingenieros cuidadosos del dolor humano.
Avanzaba por las calles empedradas que tanto detesto (mientras aparto los lentes de mi rostro que estorban al recuerdo) rememorando los días en que el chocolate caliente besaba tus labios, tu manera aventurada de charlar, tu sabia forma de callar al desconocer, la Valentía que se iba de bruces ante lo que no existía en tus guiones, cubriendo ese ser tierno, temeroso, disciplinado. “Tus ojos, me dicen que en el cielo están buscando una canción y yo acabo de encontrar…” un edificio gris, imponente y absurdamente poderoso, encarcela mi juicio, mi tiempo; mi estomago te busca a gritos y me castiga por el maltrato al que te sometí, el cariño, a veces, no basta, se necesita derribar muros, talar concreto construido con sangre, se necesita no quererse tanto, darle su lugar propio al egoísmo y dejar de lado el orgullo, se necesita, en fin, tiempo “es tan corto el amor y tan largo el olvido”.
Nunca pude, aun ahora, materializar mi inquietud de llenarte de gratitud, de momentos dichosos, incluso terribles, parte de aquel mito “felices por siempre”… no supe comprenderlo y tú tampoco, olvidamos que el daño, a la gente que se le quiere, es inevitable.
Como siempre, y me complace , no estarás de acuerdo conmigo, quizá no me extrañas, porque me tienes presente, quizá no pienses en lo que dejó de ser, porque temimos que sucediera, quizá no me quieras ver. porque aún me quieres.
“Por ti mi vida empeño por un momento de verte sonreír…” con lágrimas nos despedimos y ahora sólo podemos esperar (me pongo de nuevo los anteojos, no quiero que el llanto caiga para perderse en la tierra húmeda) que el otro, tú, nosotros, la parte que falta en el rompecabezas, tenga cuidado y sea feliz, por imposible que suene –olvidando de nuevo el egoísmo-.
El tiempo pasará –de no hacerlo lo detestaré por no detenerse en el momento preciso-, nuestras vidas continuaran, cada uno recorrerá su mundo, de ángeles parlanchines y sonrientes, de hadas silvestres, citadinas, paganas, quedará demostrado nuestro error, la intención de proteger al otro disfrazada de cobardía ¿o viceversa?. “Después de tanto tropezar, dando tumbos he llegado aquí y no se está tan mal…” pero no es el sitio que deseaba, volveré la vista atrás y te pensaré, escucharé el eco retumbante de tu risa y le pondré los grilletes a mi voz.

Lo que sigue es una súplica (he destrozado ya el armazón y lo he arrojado a la pantalla) sombría, tímida. temerosa de ser escuchada y también de no serlo. esta suplica será un silencio para que, lector atento, descubras mi intención de pedirte que vuelvas y jamás te vuelvas a ir…

“Los ladridos de los perros al amanecer, nos dirán que se ha hecho tarde, con el camión de la basura, a casa volver…” cabizbajo, queriéndola, regresé a la hoguera,. La hallé apagada, a los tres -¿o cuatro?- hombres ebrios y balbuceantes, entonces pensé que era el mejor momento ara hablarles sobre ti, para quererte ante los oídos de los muertos, para sentir que estás junto a mí, para no volver a levantar la voz contra el silencio que quiere consolarnos.
Tomé un leño carbonizado y me reflejé enél, cerré los ojos y aspiré la brisa matinal, mis botas sucias pedían su hogar, así que me olvide del camino a un lugar seguro, tomé el revolver, cacha de ébano, bañado en plata, y lo besé.





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