Porque ya no se puede soñar

La noche eterniza el momento en que recuerdas, incuba rostros y figuras que, al amanecer, quebrarán la realidad que te rodea.

La cotidianeidad nos corrompe y el único modo de salir de ella es trabajar por recordar; nunca olvidar el pasado para pisar firme en el presente, concientizar que estamos en un sitio prestado y que respiramos aire contaminado, ajeno, construir el futuro basados en el segundo que se aproxima, amenazante.

Tarea ardua abrazar al desencanto, volverlo parte de tu vida y, cuando haya perdido su utilidad, desecharlo, borrar con un paño las huellas digitales que se hallan plasmadas en la piel, en la tinta, en el papel que, nunca olvidarán un rostro sonriente, firme, pleno.

miércoles, 21 de abril de 2010

Sabina: de Los pinos, al Auditorio, a mi casa.

Como saben, Joaquín Sabina termina hoy su gira por el Distrito Federal, se va a otros Estados de la República y viaja por América. Un personaje tan singular como lo es este español no podía irse sin aportar su granito de arena a la radicalización de temas en nuestro país.

Hace una semana tuvo a bien decir que el gobierno mexicano (en particular Felipe Calderón) era "ingenuo" por su guerra famosa contra el narco, Sabina piensa que, en un momento u otro, todos los gbiernos del mundo comprobarán que la legalización es al respuesta. Aparte, agradeció de manera implícita a su viejo amigo "Nano" Serrat el no haber venido, ya que así no tendría que comer con el presidente.

¡Chíngalo Diablo panzón! Que el lunes a las 2:30 p.m. ya estaba comiendo y (dicen) echándose unos tequilas con el Preciso y Pedro Picapiedra. A las 3 p.m. todo mundo lo estaba criticando ya, poquitos defendiéndolo y él diciendo, a las 5:30 p.m. "el ingenuo era yo".

De cualquier forma ya había comprado mi boleto para ir al concierto del martes por la noche y, a propósito de la "metida de pata" de Sabina, planteo aquí varios temas a discutir.

Sabina en Los Pinos I

Me sorprende, me extraña y me parece poco coherente que un personaje que no es de la esfera ni política, ni nacional provoque tanto revuelo en un tema de tal magnitud. Joaquín Sabina es un Artista español, es, siempre lo ha dicho, de marcada izquierda, pero debemos recordar que la izquierda en México y la izquierda en España no son lo mismo, ni mejor ni peor, sólo distintas circunstancias.

¿Por qué, entonces, condenar la calidad moral, ética e incluso artística por un evento al cual no pertenece?

Bien, pues porque él se metió primero con sus declaraciones ¿cierto? Sí y no. Sí, dijo y, al ir a ver al presi algunos creen que se desdijo; no, él fue invitado y acepto como un acto diplomático (los que no quedan conformes lean el siguiente punto por favor).

Lo que verdaderamente me extraña y preocupa es que tengamos puestas nuestras aspiraciones ideológicas en personajes que están de paso. Ya se los advertía con el Canelo, México es un país que necesita héroes.

Sabina en los Pinos II

¿Pero por qué carajos fue si dijo lo que dijo? Dos razones importantes, una, es un acto diplomático de un invitado. Así de sencillo, te invitan, vas, aunque no estés de acuerdo, aunque no te guste, fue un acto de cordialidad para limar asperezas, no con Sabina (al gobienro no le importa Sabina), sino con un grupo de la población que se siente identificado con la ideología de este señor. Error del gobierno de querer tratarnos como tarados, sí. Pero eso nos lleva al punto verdaderamente importante de esta discusión, la polarización.

Antes con el PRI, después con AMLO y ahora con Felipe, cada grupo político se ha encargado de polarizar a la opinión, su esquema está planteado bajo el lema "si no estás conmigo estás contra mí" y joder, las cosas no son así. ¿Se imaginan vivir en un país en el que irle al América y a las Chivas sea motivo de divorcios, tensiones, golpes y hasta muertes? Pues qué creen, ya vivimos en él. Pero también vivimos en el país del respeto, en el que el papá PRDista discute con la mamá PRIista y con el hijo apolítico.

En México las discusiones son fuertes, a gritos, sin fundamentos y siempre desde lo radical, no estamos acostumbrados a ceder ni un centímetro, aun si ese centímetro significa escuchar. Pero también podemos armar mesas de discusión y de debates.

Me parece, pues, que deberían promoverse más actos como el de Joaquín Sabina, es decir: declaro abiertamente que estoy en desacuerdo, indico que no quisiera acercarme de más, pero he sido invitado e iré a sostener mi postura frente al otro para saber si pudimos aportar algo entre los dos. Si esto lo comenzamos a hacer entre los grupos sociales, en las escuelas, en el trabajo, en la casa, incluso entre las absurdas "luchas" entre estados (chilangos, regios y tapatíos), poco a poco venceremos las barreras de la incomprensión y podremos llegar a tratos justos y equitativos. ¡Carajo! no es posible que por qué yo diga blanco y él negro ya no podamos siquiera jugar ajedrez, eso sume profundamente las aspiraciones intelectuales de un grupo, en este caso, llamado México.

Sabina en el Auditorio

No estaba convencido de ir, no encontraba nadie que me acompañara así que fui solo, tuve la fortuna (verdadero golpe de suerte) de estar en la zona preferente, acompañado de otro individuo solitario que decidió entrar de último minuto y que, por aras del destino, estaba su bulto al lado mío.

Gran concierto, una velada preciosa, dos horas treinta minutos de excelente musica (vino Pancho Varona y García de Diego) dirigidas por una voz aguardientosa, vieja, poderosa, con presencia pulcra en el escenario. No sé si me atrevería a decir que Sabina es poeta, porque un poeta no piensa en instrumentos más que la palabra, no me atrevería a decir que no lo es, porque muchas de sus cancionaes tienen una calidad lírica impresionante, pero qué nivel de composición (comprobado hace años) y qué nivel de interpretación.

Rescato entonces algo que se ocurrió ayer regresando del concierto en metro.

Pareciera que la felicidad no es, una serie de acumulaciones de buenos momentos, de noticias positivas, de sonrisas amables; todo eso pesa porque implican una responsabilidad, asumir que el momento bueno es eso, un momento, las noticias positivas conllevan mucho trabajo, la sonrisa amable implica dos existencias humanas. Sonríes, te sientes satisfecho, gustoso, de buenas, pero no feliz.

En muchas tradiciones se compara la felicidad con volar, ahora entiendo por qué. La felicidad es vacío, es fluir y existir, sin más; por un tubo dejas escapar de a poco el microuniverso que cargas a diario, y dentro sólo quedas tú, el instintivo, el irracional, el que no piensa, el que sólo siente, el ente que habita este mundo. Sientes que vuelas porque ya no estás pesado, sientes que explotas por que el vacío te llena; sí, estimado lector, la felicidad se parece mucho al dolor.

Bien lo decían los iniciados, amor y odio, bueno y malo, blanco y negro, son sólo polos distintos, intensidades diversas de la misma idea.

Sabina en mi casa

No recuerdo mucho de ayer, pero no importa, el concierto lo guardé en una pluma y a Sabina lo encerré en una caja negra.

Me siento embriagado y no recuerdo mucho de lo que pasó ayer, me doy cuenta que, por unas horas, quedé vacío y no quiero llenar ese espacio, está bien así, un pequeño lugar al cual regresar cuando als cosas no anden bie. Entonces ya sabes estimado lector, cuando veas a un tipo en la calle silbando una canción de Sabina, no lo molestes ni lo veas feo, puede ser alguien triste que por dos horas treinta fue feliz.

viernes, 16 de abril de 2010

Entendámonos

¿No presienten las personas cuando no son compatibles, se confrontan y pierden las voluntades comunicativas? Qué necedad defender los principios.

Ocurre, algunas veces en la vida, que nos topamos con gente extraña, desconocida. En época reciente, el valor "extraño" o "desconocido" se parece mucho más a un defecto que una virtud, y creo fervientemente que nos equivocamos. El extraño, el desconocido, es neutro, es un ente, una conciencia que habita en el mismo hoyo que nosotros, para poder valorar algo debemos saber de su existencia, aceptarlo en nuestro espacio y comunicarnos.

Sin embargo, algunas veces, la conciencia humana nos lleva por caminos extraños, a convivir y colaborar con entes que, si no fuera por el trabajo, la escuela, la casualidad, no tendrìamos por què acercarnos. Estoy seguro que este proceso de no conexión es totalmente inconsciente , pero fundamentado. Me explico.

Supongamos que tenemos a sujeto "A" que no le gusta o no cree en "____________" (tauromaquia, religiòn, futbol, polìtica, etc.), y tenemos a "B" que sí cree. El pensamiento humano está desarrollado de manera tan amplia y tan oscura que estos dos entes se pre-sienten, sienten el peso del otro y se repelen, esto se da cuando conviven en el mismo espacio. Cuando se les obliga a reconocerse viene la primera fricción, TENGO que reconocerlo, aunque, si por mí fuera lo desaparecería de este universo (al menos a esa parte que no me agrada de él), mi Universo, que, al reconocerlo, se convierte en nuestro Universo.

Nos hemos presentido, nos hemos reconocido, ahora hay que comunicarnos. Ya sé que algo no está bien contigo, ya sabes que algo no está bien conmigo. Entonces dejamos de pre-sentirnos, comenzamos a dejar de ser extraños. Bien, pues acordamos, desacordamos, medimos y eres tan espantoso, maldito ente, como agradable.

Ahora te valoro, y tú a mí: me pareces pesado, desagradable, menor y desdeñable o superior y arrogante; pero por más que lo intente, tú ente y yo ente, no somos ni seremos iguales. ¿Te odio? No ¿Te considero una amenaza? No ¿Te desprecio? quizá.

Eras un desconocido, cuando apareciste en escena fuiste un extraño, te presentí, te reconocí, nos conocimos, nos valoramos (¿nos despreciamos?). Rompimos la barrera de la incomprensión, te intuyo y me fastidias, pero aún así lo hacemos. Podemos entendernos, ya después nos comprenderemos.

En eso se basarán las relaciones humanas en la pos-pos-modernidad, despolarizar las conciencias que huyen.

miércoles, 7 de abril de 2010

Vivir en el pasado

Seguramente alguna vez has querido viajar al pasado para reencontrarte con familiares que hace mucho no ves, viejos amigos, antiguos amores o enemigos de antaño. Una de las frases comunes más ordinaria es aquella que nos remite al deseo de lo vivido; sin embargo ¿alguna vez has pensado si realmente quisieras regresar al pasado?

Estos últimos días he tenido la oportunidad de reencontrarme con amistades que hace mucho tiempo no veía, me hallé también en la terrible posición de recordar otros tiempos "mejores" y "peores" con tal o cual persona, mi conclusión es que, más allá de la inutilidad, es sumamente doloroso "vivir en el pasado".

Tres efectos causan este dolor. Primero, darte cuenta, reconocer, aceptar, que ya no eres el mismo mozo gallardo que podía vencer al mundo en compañía de sus goliardos amigos, ya no tienes la misma energía, ya no tienes los mismos aliados. Dos,aliados, aliados, cómplices, cómplices, muchas personas se han ido y es imposible recuperarlas, porque murieron, porque están enterradas debajo de un cuerpo y un individuo que no son ellos, porque la distancia sí importa, porque pasaron de ser tus cómplices a ser tus enemigos, sobre todo, porque ellos y tú han crecido. Tres, ya no hay espacio donde disfrutar la vida, ahora tu trinchera es un café, un bar, la casa de alguno, cuando antes el espacio era el mundo, las vías del tren, tus jeans, la banqueta, la copa del árbol, el puente, la noche, no, ya no hay espacios.

¿Te acuerdas cuando no tenías dinero ni para comer, ni para el metro? ¿Qué tan feliz eras caminando con tu ejercito hacia el norte cantando "The Wall"? ¿Qué tan feliz eress ahora sentado en el lujoso restaurante japonés sin nadie con quien compartir la cena?

Veterano de una guerra que ya no te pertenece porque la has rechazado. Una guerra de generaciones, una guerra estética, una guerra de amores, la única guerra que vale la pena luchar.

Como premio, tú que has llegado hasta aquí, te dejo una hermosa, aunque dolorosa frase, de Cesare Pavesse:

"Empiezo a comprender que nada es más inhabitable que un lugar donde se ha sido feliz."
La playa

jueves, 1 de abril de 2010

El otro

Un tema recurrente de este blog es el otro, aquel que nos crea, en el cual vivimos, y el que vive en nosotros.

Según Todorov hay tres otros, cada uno es una abstracción, una instancia de la configuración psíquica de todo individuo: el otro, el Otro, y otro en relación con el "yo".

Honestamente no sé bien como explicarlo, pero lo entiendo como:

a) el otro: el extraño, ajeno, separado pero presente, viene y se va a ratos para recordarnos su existencia y la nuestra.

b)El Otro: creador, y destructor, él es el objeto y yo el sujeto, y el objeto (a la inversa de lo común) crea o destroza al sujeto a su entera complacencia... claro, no sin complicidad, es un desdoblamiento que parece muy ajeno, sin embargo, es profundamente cercano.

c) Por último, otro en relación con el yo: aquel que está ahí, fuera de nosotros observando, objeto de comparación y contraste, sometido a la interacción con el "yo", mucho más lejano.

En fin, cualquiera de estos elementos nos crea y nos forma día a día, en la ausencia y en la presencia, como evocación, como supra realidad y como materia física, conmensurable y presente.


Todo esto viene a colación por dos cosas:

1) Después de casi tres años, 199 historias y miles, sí, miles de horas invertidas en una pasión que no cede, este espacio alcanzó las 14000 visitas, 14000 miradas distintas (por que incluso si son dobles hits siempre se ve distinto), 14000 otros, Otros y otros en relación con su servidor, que han pisado este etéreo libro de notas, este pasado-presente que de ninguna manera puedo crear sin ellos. Así que muchas gracias querido lector constante, querido lector intermitente, querido amigo, querido enemigo, debo agradecerte darme la oportunidad de establecer un maravilloso diálogo periódico, que, honestamente, espero que no termine pronto (y tú que no me lees también te agradezco la oportunidad de haberte desagradado).

2) Cuando creas a el Otro, cuando el Otro te construye, cuando ya es inseparable la rendición ante tal evento, no queda más que no perderse en el universo, recuperarse y crearse de vez en cuando, no dejar perder una existencia, una conciencia operante y frágil, en el cajón de la supresión:

¿Qué será para ti mi nombre?
Va a morir como el rumor triste
de una ola que golpeó contra la orilla lejana,
como un son nocturno dentro del bosque perdido.

En una hoja del recuerdo
dejará su huella muerta, semejante
al dibujo de una inscripción sepulcral
en un idioma olvidado.

¿Qué será para ti mi nombre?
Olvidado por mucho tiempo
entre las emociones nuevas y rebeldes,
no dará a tu alma sus memorias, puras, tiernas...

Pero en un día de tristeza, en el silencio,
pronúncialo, ansiosa; y di:
hay quien me recuerda dulcemente,
hay en el universo un alma donde vivo.

A. Pushkin.

¡Gracias! (... y extendamos los hilos del universo.)