Porque ya no se puede soñar

La noche eterniza el momento en que recuerdas, incuba rostros y figuras que, al amanecer, quebrarán la realidad que te rodea.

La cotidianeidad nos corrompe y el único modo de salir de ella es trabajar por recordar; nunca olvidar el pasado para pisar firme en el presente, concientizar que estamos en un sitio prestado y que respiramos aire contaminado, ajeno, construir el futuro basados en el segundo que se aproxima, amenazante.

Tarea ardua abrazar al desencanto, volverlo parte de tu vida y, cuando haya perdido su utilidad, desecharlo, borrar con un paño las huellas digitales que se hallan plasmadas en la piel, en la tinta, en el papel que, nunca olvidarán un rostro sonriente, firme, pleno.

martes, 31 de julio de 2007

Dos conjuntos de palabras viejas que, una noche, salen a pasear.

Este texto lo dije el día que Neel y Rydia se casaron, me gusta mucho y no está sujetoa críticas, los extraño y espero q esten siendo super felices.

El fuego que habita las noches se escapó de su cúpula de cristal, voló violento, cruzó los mares, acarició cuerpos dormidos y al fin, después de la agonía que produce la soledad, halló un diamante en el cual depositarse y habitar en paz.

El viento abandonó su reino, buscaba su esencia, su camino y su razón de vivir, cruzó ciudades, buscó hogares, reposó en las fronteras del tiempo hasta que su intuición le previno de su suerte, hasta que el oráculo de la tierra lo lanzó de nuevo a la lucha.

Y eso es lo que nos tiene hoy aquí, bañados de plata, de polvo cósmico, siendo testigos de cómo fuego y viento se mezclan, se hacen inmensos, se entregan calma y de nuevo explotan.

Hoy es el final de la búsqueda y el principio del camino para dos gotas de infinito, tan distantes, tan diferentes, tan cercanas, tan iguales; ahora es el tiempo de descubrir, de probar, de soñar de nuevo con ilusiones enterradas en el baúl viejo de las decepciones, sacar de ahí las estrellas necesarias para el conjuro de la felicidad.

De testigos vienen el ímpetu, la alegría, la sabiduría, la pureza y el respeto, ustedes no necesitan más buenos deseos que los momentos sinceros de amor que puedan crear.

No queda más que pedirle a la vida que sea justa, grata, piadosa y les dé lo necesario para que cada noche sonrían, si es suficiente mi palabra, que la noche los ilumine y la magia los proteja.

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Este otro, bueno, la idea es buena, sí está sujetoa críticas y no sé, me gusta aunque creo que podría mejorar... no sé cómo

Recuerdo el tiempo de verano
Cuando la vida dirigía su sonrisa hacia mí,
Mis ojos empapados de llameante dolor y contento,
Las manos llenas de ansia por vivir,
Las mejillas sanas, organismo de acero,
Piernas de viento en el espacio sublime.

Recuerdo el tiempo de jóvenes palomas
Aprendiendo de a poco a volar,
Que mezclaban, en pecho firme, con rostro altivo
Ligeras ropas, presumiendo amor carnal,
Sin dejar de lado el corazón en la frente.

Recuerdo colegas, compañeros, amigos
Que nada a cambio pedían de mí,
Sólo entrega de gusto envuelta
En hoja transparente, caja de mar.

Recuerdo el desvelo: de estudio, de fiesta,
Fiel amigo, amante lunar,
Tiempo de suspiros y anhelos
Dulce cobijo, enemigo solar.

Recuerdo como si fuera ayer mi viva juventud,
Recuerdo también que hoy es ayer,
Que aún tengo tiempo de no recordar,
Tiempo de coleccionar experiencias y volverme poeta al envejecer.
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Eso es todo por hoy, lo último que quiero comentar es que el cuento de M y K está dedicado a la bandota del universal, sobretodo a doña Kari q es la mera banda, a Gaby, un amor, a Alvaro, el mafioso de la historia y a doña Martha que es una persona con unos huevotes q bueeeeeeeeno, parece espartana pues jajajaja.

Ahí la vemos, descansen y nos leemos mañana.

lunes, 30 de julio de 2007

Las tragicómicas aventuras de los agentes M y K: El mejor día de trabajo

Las tragicómicas y exóticas aventuras de los agentes M y K.

Inició el día como ya estaba acostumbrado: borracho, desvelado, a las seis cuarenta y cinco de la mañana, cuando el sol se despereza y sacude las larvas pegadas en su sábana que se juntaron mientras la ciudad dormía.

Un ánimo jovial lo inundaba, despertó en casa de quién sabe quién, por quién sabe qué; salió de la habitación intentando no molestar a su hermano mayor y a la hija de éste. Recibió a oscuras una sonrisa que hace años no le iluminaba la vida, era tan lejana, tan ajena que, por un momento, se desconocieron. Solucionado el malentendido, un licuado de plátano con chocolate y un abrazo fueron la perfecta despedida, ahora sí, de regreso al terrible mundo que acecha a cada instante, enfrentarse de nuevo al ser terrible, unánime, tan extraño que su homogeneidad consiste en la divergencia de sus partículas.

El metro, como siempre, iba lleno y olía a prisa citadina, pero ya su hogar lo esperaba aunque fuera por unos cuantos minutos: una ducha, algo de comer y de regreso al laberinto.

Al llegar al centro de operaciones encontró a la agente K e intercambiaron datos útiles y experiencias del fin de semana que servirían para concretar su proyecto de investigación. La jefa llegó, haciendo sonar sus tacones marco su presencia desde 124 metros antes de estar en la puerta. Despistados, dispersos, habladores y neuróticos como eran, recibieron el regaño matutino correspondiente –siempre bien merecido- y entraron al salón de tecnología avanzada.

En el primer evento, el grupo Alfa fue vencido por el Beta y consiguieron que los jefes confirmaran sus sospechas. La segunda aventura del día era arriesgada, sólo para gente atrevida, sin miedo, valiente, imprudente y estúpida… así que el caso fue aceptado por K y M.

Se acercaban sigilosamente, observaron cada movimiento de la famosa funcionaria pública, esperaron a que estuviera sola, lejos de sus guardias, de su equipo de trabajo, de todo. En un instante el aire se nubló, violentamente saltaron sobre ella, arrinconada, con la voz quebrada y lágrimas en los ojos no le quedo más que responder al cruel interrogatorio, siempre y cuando no quisiera sufrir las asquerosas torturas preparadas por si no cooperaba.

Con la información en la mano acudieron a la cita con el jefe del proyecto, un colombiano dueño de… mejor conservar algunos secretos. Cotejaron los resultados y entendieron que debían reportarse con su superior de tacones de acero. Hicieron las notas necesarias y terminaron con la ardua tarea, no sin antes adentrarse en un infinito oscuro de correcciones y datos falsos que les proporcionaron.

Era hora de comer, estaban dispuestos a separarse y tomarse un tiempo, ya que la convivencia intoxica los buenos tratos… estuvieron a punto de dispararse.

Para salir del complejo encontraron una ligera dificultad, les habían tendido una trampa, estaban encerrados en el quinto piso y las ventanas estaban ya cubiertas de acero, tomaron las escaleras y encontraron las principales puertas cerradas así que se infiltraron por el salón donde se guardan los datos, avanzaron silenciosamente hasta llegar al sótano; estando ahí se hicieron pasar por empleados de intendencia, la puerta estaba abierta, un camión lleno de millones de dólares en acciones y efectivo estaba saliendo, era su oportunidad… hasta que un maldito guardia les cerró el paso y los amenazó, de regreso a la celda escoltados, no tuvieron más remedio que encontrar las miradas.
-Estuvimos tan cerca
-Sí, tan cerca

Ya sentados en la fría banca de acero escucharon pasos, tan tenues que, si no fueran del grupo de élite, los hubieran asesinado, así, sin más. El cerrojo de la celda se abrió y una mirada alegre, segura de sí, aventurera y amistosa, casi angelical, les mostró la salida. Era una mujer que estaba de su lado, sus motivos tendría, pero hay secretos que deben permanecer así.

La joven que les ayudo a escapar los observó pálidos, con unos andrajos y una mosca en cada bolsa, de tal suerte que, movida por compasión, bondad o sólo un poco de amor, les alimentó de manera abundante; mientras tomaban un café y se reposaba la comida, hablaron de situaciones banales que requieren un minucioso estudio para entender el valor intrínseco de las relaciones humanas, pero el tiempo se agotaba, era hora de regresar y despertar del sueño de media tarde.

El encuentro con el sudamericano de carácter duro, correoso, fue menos hostil de lo esperado, puso en manos de M y K agentes nuevos para que les dieran una introducción y unos minutos de entrenamiento antes del encuentro con los organizadores de la red que pretendía ser mundial.

Terminó el encuentro, los nuevos agentes fueron llevados a la salida con la ilusión de pertenecer a tan gloriosa agrupación (patrañas, según M); por el celular sonaba la voz del vicepresidente de la dirección de registros locales, había una precisión que hacer en los datos que proporcionaron por la mañana, el asunto quedó aclarado.

Era momento de salir, ir al hogar a descansar y terminar con el pesado día, pero el destino, siempre tan cruel y –maldita sea- juguetón, les tenía varias sorpresas preparadas.

La limusina pasó por ellos, el colombiano los acompañaría para asegurar que la información no se filtrara. M, con su poder de convencimiento, se separó de su compañera y del acompañante que pretendía intimidarlos. Llegó al recinto abandonado, cervezas vacías, dolores de whiskey y mezcal, tabaco añejo pronto a abandonar y mil recuerdos tristes de ella –un fantasma que deambula por el corredor que lleva a la sala- inundaban la habitación. Prendió el monitor y ahí estaba, con sus tacones del otro lado de la pantalla, parecía espiarlo a cada momento.
-Espera la llamada
-Como diga
Y sonó el maldito teléfono, querían el audio, escuchar la conversación, no perder un solo detalle, a él no le quedó más remedio que entregarlo, lo puso en línea y llegó hasta el complejo infernal –suerte que tenía copia, previsión de K-.

Un error ¡Con una chingada! ¿Cómo se equivocaron en algo tan sencillo? Mover influencias y antes de que la información llegara a ÉL había que modificarla, de no hacerlo la búsqueda de víctimas se reduciría de veinte a ocho millones.

Y ahí, de nuevo, el casi ángel tendiendo su mano, tersa, gigantesca a comparación del interior del agente, impactado ante su sonrisa se destrozó y perdió la vista, sólo pudo balbucear un estúpido “gracias” y sentirse consolado, a punto de llorar por el cálido abrazo que le regaló aquella mujer, ahora, inalcanzable.

El lunes fue, ahora sí, redondo, justo, una buena cena y a dormir, antes tenía que graficar la marcha de la vida, anotar en su bitácora los sucesos de ese extraño correr de horas, mandar un correo a la rubia de nuevo ingreso –que por cierto era pupila de su mujer inalcanzable y parecía hacerlo en forma de premio de consolación-. Un poco de jazz en la voz de Ximena, un susurro que lo acurrucaba y lo perdía en ese universo que él construyó, mañana se levantará a pelear de nuevo, otra maldita vez a luchar por un lugar en el mundo.

sábado, 28 de julio de 2007

Primeros genios del Siglo XXI: Capítulo I

Al parece algunos amables lectores tuvieron problemas al leer la historia, entonces hice una recopilación y presento el primer capítulo de un sólo golpe para que, quien tenga 15 minutos, le de una leída. También edite ya la página y quedo muy bien, chequen los links, todos ellos con buena calidad y comenten algo, hagamos una nueva comunidad de lectura e información compartida. Contesten la encuesta al final, la iré cambiando cada 15 días. Si les gusta la pág, regresen e inviten a sus cuates a visitarla, si no, haganle una broma pesada a sus enemigos.

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Me gusta el futból ¿Y qué?
Mi equipo favorito son los Jaguares de Chiapas y estoy contento por que, en un partido de pretemporada o algo así, le ganamos al campeón argentino 3-1.

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Nunca hay que perder la capacidad de sorprenderse ante lo común que, si observamos bien, nos daremos cuenta de que la vida tiene aún mucghas sorpresas y cosas nuevas (buenas, malas, como sea) que entregar. Ahora sí, el cuento:

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Los primeros genios del Siglo XXI

Era un grupo de cinco extraños seres, tan diferentes entre sí, tan distintos a mí, que aun después de cuatro años me parecían absolutamente ajenos. Reconozco su intelecto, su genio, la manera tan original de expresarse; en cambio condeno la apatía, la desidia, el pesimismo que los inundaba ("nos" a partir de compartir experiencias) pero cómo evitarlo si tal conjunto tan heterogéneo de pensamientos no puede estar unido más que por un sentimiento en común: la nostalgia. El primero era un samurai nacido en la década de los setentas, un noble educado especialmente para luchar y que, al ir creciendo, abandono cualquier señorío para convertirse en el único ronin que conozco. A pesar de siempre odiar la idea, era a quien los demás concebían como líder, al menos, la voz que designaba con más o menos un sentido recto de justicia y honor el camino a seguir por el grupo; era también el más triste de ellos, siempre con su botella de whiskey escondida en el cajón de aquel mueble viejo, polvoriento y desgastado, junto a la magnum colt .50. Tenía en mente la idea de volar, de navegar un submarino o de convertirse en detective, cargando un cigarro en la boca y la espada lista para la batalla honorable. Un consejero de algún antiguo emperador japonés no fue nunca más sabio que este descendiente de trescientos dragones esmeralda, parte de un prominente árbol genealógico, un antiguo linaje de filósofos e iluminados monjes zen de la tierra del sol naciente. Era éste un ser callado, reflexivo, calmo en acción y veloz en pensamiento, un verdadero practicante del desprendimiento material y la paz espiritual...siempre y cuando no le molestaras. No había quien no le temiera si llevaba dos botellas de sake extra en la sangre o si alguien le había fastidiado la tarde. Su infinita sabiduría y su comprensión del mundo eran suficientes para silenciar el más poderoso estruendo que inquietara su corazón. Merodeando en la selva, robando mujeres, saqueando casas, matando ladrones de caminos, gritando y haciendo desorden de tribu en tribu, el bárbaro fue extraído de su hábitat natural, expuesto al mundo real y cotidiano, con zapatos y playeras. Antes de aborrecer por entero su nueva jaula, tuvo que encontrar sistemas de identificación y fue así que surgió el fanatismo por el hombre araña, las bicicletas, Valentin Elizalde y la cumbia de Teotihuacan. Deprimido por sus fallidas (peor, por sus logradas) conquistas con las mujeres, encontró en la cerveza y el vodka una plataforma para alegrarse los días, aprendió a dibujar, jamás a leer y escribir, y se dedicaba a hacer bocetos los cuales, al observarlos, provocaban una sensación infantil e irresistible de colorear.

Controlaba el fuego, el aire, las tormentas eléctricas, las perturbaciones emocionales y el capital en su cuenta bancaria con la misma discreción que un oportuno reportero maneja la nota roja; era un alquimista perdido en la inmensidad obscura del espacio filosófico moderno. Eterno viajero, agrio de humor, solidario, tramposo, jugador, fumador, en fin, acostumbraba guardar sueños en cajas de bronce con candados de oro y -al ser el único que conservaba la llave- sabía manejarlos a conveniencia y utilizarlos como herramientas precisas para destrozar a sus enemigos. Sólo tenía una debilidad, la que ha aquejado a los hombres desde el inicio de su existencia: era preso de una sonrisa inocente, de unos ojos que perturbaban a quien los miraba, carta de presentación de un hada maliciosa y pícara que lo tenía comiendo de su mano... no todos los experimentos salen bien. El último de estos singulares personajes era un extraterrestre verde, con un par de antenas en la cabeza ovalada y dos ojos grandes, enormes y alegres. Si fuera humano diríamos que es calvo y regordete, pero es la anatomía general de su especie (estudio que presentaremos más adelante). Caído de algún lejano planeta se acostumbro rápidamente a la Tierra, adquirió un disfraz conveniente para representar sus habilidades interespaciales y buscó una actividad en la que no se sintiera tan excluido: se volvió un profundo admirador-crítico de la guerra de las galaxias, si alguien le hubiera consultado al momento de crear esta saga, seguramente habría ayudado a reconstruir el espacio exterior y varios planetas más. Aunque en el fondo estaba sorprendido de la exactitud de reconstrucción, llegó a dudar si debajo de esa horrible papada no estaría algún vecino cósmico y lejano que se aprovechaba de la ignorancia terrícola. Comienza aquí la historia, un Sábado común y corriente con seis extraños que, después de diez años de amistad, aún no soportaban ese terrible momento de elegir donde comerían, donde irían a beber una cerveza o decidir lo que sea; hasta que la fuerza de la costumbre los llevaba al bar más cercano, al restaurante más barato y a observar pila tras pila de libros y películas en oferta.

Escribía tranquilamente en su bitácora de navegación, de manera sistemática anotaba los sucesos del día y alguno que otro pensamiento que se escapaba de sí. Estaba encerrado en la habitación, medio iluminada por la lámpara del rincón y opacada por el humo del tabaco que nunca soltaba. Eran apenas las dos de la tarde y llovía ya, no había más cervezas en el refrigerador ni pensamientos extras que masticar hasta el hartazgo, así que apagó la computadora, cerró su libro, tomó su libreta y su bolígrafo. Esta vez no olvidó revisar sus bolsillos y, al confirmar que traía las llaves de la casa, partió hacia el café. -¿Qué te sirvo?
-Un whiskey...doble
-¿Algo de comer?
-No –Cómo desde hace años, al sentir presión y estrés, el apetito salía huyendo a otro estomago, en un continente lejano.La mesera de falda corta y sonrisa larga se fue hacia atrás de la barra, mientras él observaba sus extensas y blancas piernas, soñaba en algún día tener la posibilidad -el valor- de invitarla al cine, a comer, a conversar. Mientras intentaba arreglar el mundo se machucó los dedos, se sangró la boca y atropelló un gato, casi consigue sacarle el seguro al microbusero y, por dos minutos, evitó la golpiza de su vida. Si hubiera estado más concentrado en el manubrio y no en la mujer que lo acababa de destrozar (otra vez) hubiera llegado temprano a la cita y no se hubiera empapado los zapatos ¿Pero qué más da? Otro curita, otra sesión de pizza, otra borrachera, la catarsis perfecta para exprimir la violencia que uno debe suprimir.

-Siéntate detective.
-Soy diseñador.
-Ya no, nunca más. Tu capacidad de intuición, tu ingenio, lo que sea que tienes adentro de la cabeza no es cosa que se pueda desperdiciar. Al igual que Zeta te elegimos para el programa por…
-No me llamo Zeta mi nombre es…
-Tu nombre no importa ahora muchacho, lo que nos interesa es que han pasado las pruebas.
-¿Nos? ¿Pruebas?
-Sí amigo, primero queremos saber quién eres y qué quieres...

El hombre de abrigo, derribando los tragos que se encontraban en la mesa y haciendo brincar las colillas del cenicero, tomó la mano de Zeta que lo señalaba y pretendía intimidar, la dobló de tal manera que el chico sólo pudo gritar y retorcerse de dolor. Su amigo, el detective, se levantó de inmediato para acudir en su ayuda, mas el extraño, con un movimiento veloz, sacó una luger de tres tiros con su mano libre y la puso en la sien de Zeta.

-No te acerques muchacho, siéntate, toma tu trago y guarda silencio.
-Suéltame hijo de…
-Cállate Zeta, quiero que te queden bien claras dos cosas. No soy tu amigo y no me vuelvas a levantar la mano.

Sentía las palabras en su oído, el hombre de sombrero se alejó lentamente del chico y lo soltó.

-Entonces ¿hablamos?
-¿Qué quieres?
-Informen a los demás de nuestra charla, les llamaré en dos días, preparen sus cosas y dejen arreglados todos sus asuntos pendientes. Les llamaré el sábado a las diez en punto, más vale que contesten sus celulares.

Net y Zeta observaban el billete que dejó aquel extraño para pagar la cuenta, en el rincón maloliente y oscuro del bar evitaban sus miradas, como si fueran culpables de un crimen que a ciencia cierta, no saben si cometieron.

La chica de pelo corto y gafas discretas caminaba por la plaza principal en busca de algo que detuviera su respiración, un momento fugaz que llenara su alma de paz, su cuerpo de adrenalina y su cámara de una buena fotografía que presentar en el concurso. Observaba con paciencia y admiración las construcciones coloniales que, después de más o menos quinientos años, se conservaban en un estado, digamos, aceptable. Veía a la gente que pasaba, la mayoría soñando con un auto plateado o rojo deportivo, una computadora portátil, un reproductor de música de último modelo, un pantalón de buena marca, una buena cena después del trabajo, un poco de calor hogareño, unas monedas para comprar algo de comer y llevar a sus hijos, algo de respeto, había también quien buscaba una sonrisa de comprensión o de afecto y, en el más pretencioso de los casos, una buena persona a quien amar; todos estos sueños, la mayoría imposibles de cumplir, reflejados en los rostros y en las maneras de andar, eran guardados en la memoria digital de su compañera, nada nuevo, rostros que por ser tan ajenos nos parecen familiares y hasta indiferentes dada la repetición de las expresiones. Así terminó de recorrer la plancha de concreto que simulaba el centro exacto de la ciudad (válido en una cosmovisión diferente, no en la actualidad). Decidió, pues, empezar a recorrer las calles aledañas, al lado de los puestos ambulantes de comida, de pilas, de películas, de perros, de herramienta; una gran variedad de artefactos de distinta procedencia que significaban una parte del alma de la ciudad, tal vez cada persona, cada puesto y su correcta construcción, eran un glóbulo blanco y uno rojo, respectivamente, del ser al que construíamos los que vivimos ahí.
Entonces un sobresalto arropó su corazón, las mejillas se le incendiaron y se descubrió sonriéndole a un extraño, con la barba a medio crecer, un poco más alto que ella, con tristeza en la mirada y vestido como cualquiera, tenis, pantalón de mezclilla azul y una playera que simulaba el uniforme militar iraní. Lo acompañaba un muchacho más grueso, sudadera negra con un superhéroe bordado, bermudas y botas de construcción. De manera automática entendió que la causa de aquella mueca era aceptación ante la foto que, ellos pensaban, les había tomado; hasta que se dieron cuenta (y de ahí la posición defensiva de los jóvenes) que el lente estaba captando la cantina de donde salían. Desaparecieron sin más, los tres volverían a sus vidas normales y burdas, ella a su escuela a presentar su tesis y ellos, seguramente un par de empleados de algún lugar cercano, a trabajar después de una cerveza. Decidió no darle importancia y pasar a la fonda del costado a comer arroz, sopa de pasta, albóndigas en chipotle, muchas tortillas, agua infinita, plátanos con crema, una menta y atención casera de una mujer que, seguramente, es una buena abuela con muchos hijos y más nietos, una sonrisa agradable a pesar de todos sus problemas… todo por veintiocho pesos.

Que triste que la pobreza de un hombre se mida en relación a sus muebles, que su capacidad de comprender esté íntimamente relacionada con su sillón y su cariño sea del tamaño de su baño; siguiendo este patrón de conducta, comprenderemos que su inteligencia se mide dependiendo de cuantas televisiones estén no encendidas, sino apagadas dentro de su hogar, y que su hambre pese lo mismo que su alacena. Pero él era diferente, en el refrigerador sólo tenía calma, en su habitación un colchón, un librero y un computador, en la pantalla estaba a la mano lo que no puede estar en su cerebro -comprende al conocimiento no como materia finita, puede intuir que es un diálogo, algo que se genera mediante una magia especial que provoca el escuchar y protestar- gracias a ello ha podido necesitar en esta vida sólo lo que puede producir. Este monje que ahora imaginas con una bata roja y naranja, descalzo y en huelga de hambre, coincide en la realidad únicamente con los antepasados que permiten esa imagen; nuestro hombre es alto, con rasgos orientales sí, de piel morena y reflejando su gran sabiduría en su estomago, vestido con chamarra y pantalón de mezclilla, siempre, y un eterno yin-yang de bisutería citadina en el cuello.

-¿Qué pasó?
-Te veo en el Biddy a las cuatro
-Órale, ¿Quién más va?
-Adiós, por favor no faltes
-¿Está todo bien?
-No, adiós

Tomó su portafolio verde, lo llenó de libros, revisó en Internet su cuenta de banco, por si su viejo amigo necesitara dinero saber cuánto podría prestarle, anotó en su diario lo que acababa de ocurrir y salió hacia el bar. Ya en la calle sus audífonos le regalaban Moonlight Sonata mientras subía al trolebús, cedió el asiento a una señora con su niño que, al no llevar cambio, el viaje fue gratis; estaba dispuesto a pagar los dos pasajes si el chofer no aceptaba hacer su buena obra del día, mas no hizo falta; de todas maneras ese ser terrible que llevaba dentro no es seguro que lo permitiera y mientras peleaba con la bestia se pasó una parada “Tres y media, puedo caminar un poco”. Se despreocupó por el tiempo y se dejó llevar dos paradas más mientras finalizaba la pelea, al bajar del camión chocó con una chica rubia, del prototipo que marca la mercadotecnia actual, analizando a una velocidad increíble todas las posibilidades que atraían esa sonrisa enmarcada por los labios color durazno, supo que la mejor opción era decir un calmo “disculpe, buenas tardes” y seguir su camino, a lo que la respuesta “No te preocupes, adiós” era lo único razonable, eso o algún insulto dada la histeria general en esta ciudad -culpable de que exista esa bestia-. Sin sorpresas avanzó hasta la plaza que estaba frente al bar, se recargó en el barandal del primer piso a esperar que pasara el tiempo, sin actividad alguna más que la contemplación, única forma de mantener la cordura silenciosa que nos sostenga en este mundo escandaloso.

La entrada era a las ocho, el jefe salía a almorzar de once a dos, a comer de tres a cinco y salía a las siete, así que el día se convertía en un ir y venir -quince minutos después que partiera y quince antes que llegara el jefe- de trabajo constante, de investigaciones profundas interdisciplinarias, términos académicos, conceptos filosóficos y biológicos incombinables en cualquier otro estudio que no fuera el suyo, patrañas que no acomodaban en su vida común, sólo en la que se ocupaba de alimentar su ego. A pesar de eso era una buena persona, aunque caótica, poco amable pero siempre leal a los suyos. Cicerón dijo “Amo la traición, mas odio al traidor” probablemente fue en un momento de éxtasis en que la mala pasada que le jugaron era tan esplendida que sólo pudo aplaudir. Un conocedor de estas artimañas no podría ser menos exquisito y pragmático a la vez, renegando de conceptos pero incendiando laboratorios para descubrir las terminales nerviosas de una planta, y si esta tendría alguna reacción moral frente al daño. Como nada de esto sucedía, su jefe estaba al borde de despedirlo, no se atrevía porque secretamente creía en sus investigaciones, aunque les adjetivara de “cuentos fantásticos y niñerías modernistas neorrománticas” comentarios de un doctor en biología que gustaba leer cuentos de sirenas y fantasmas, un aficionado de Poe y Darío era normal que le tuviera paciencia a un mago que traía su libro de hechizos en la lap. Al salir del trabajo se convertía en el marido perfecto, peleonero, pero un ser suficiente para satisfacer las expectativas de la pequeña hada; esperaba a la salida del trabajo que pasara por ella, recibirlo con un beso y criticar todo lo que había hecho en el día, después un trago de vino, hacer el amor, pensar a futuro olvidando el presente, hablar de la educación que darán a los hijos y salir a desayunar, cada quien a su trabajo y que pase la semana, hasta que llegue la llamada salvadora.

-Vuelvo en tres o cuatro horas, voy al Biddy
-Está bien, yo iré con mi mamá
-Te amo, nos vemos- Sabe que no está bien, que él debería acompañarla a casa de su madre y hacer fiesta con los suegros, pero sabe también que eso aumentaría el riesgo de que, con el tiempo, ella absorbiera su vida sin pensarlo, entonces él dejaría de existir. Por suerte no lo ha permitido y no dará licencia a tal atropello…

Y aquí comienza nuestra historia de genios, de héroes, de hombres comunes, preocupados por su futuro en lugar de su presente, un sábado cualquiera a una hora cualquiera, un grupo de extraños sentados, observándose y esperando una llamada que, de llegar, cambiará sus vidas para siempre, si no, sólo será un asunto, como tantos otros, que nadie les creerá, a pesar de no necesitar contarlo a nadie más.

En fin, el extraterrestre rastreó sus mentes y supo lo que sucedía, por eso está ahora con ellos, su sonrisa simulando no saber qué pasa y un tarro de cerveza derramando espuma y recolectando el tiempo.
Gasto la tarde haciendo notas mentales de cada uno de los detalles importantes que vengan hoy, no fui invitado al cambio, pero me he propuesto relatar al mundo lo que de ellos fuese si algo malo les pasara.

lunes, 9 de julio de 2007

Inicio: perdición

¿Qué tal que estamos constituidos a base de ideas, de imágenes, de suspiros, de elementos intangibles que al unificarse se vuelven palpables?
La noche estrecha los corazones y borra la economía de sentimientos, tiñe de plata el panorama y genera voces envidosas, obscuras, rabiosas.
La palabra como ente despierto, vivo, generado y reducido a nada por el mismo magnetismo de lo cotidiano, revuelve las tripas y hace caer las caricias ¿Cómo soportar un sistema de comunicación que lo único que hace es abatirnos y ocultar los impulsos que esa sustancia etérea genera? Lo más bello que podría hacer el lenguaje, el discurso, la palabra, es guardar silencio y reposar, hasta el día que tenga algo bueno, nuevo, que decir.

domingo, 8 de julio de 2007

I´m so fucking back

Qué significa exactamente eso??? bueno, no tengo la menor idea pero tampoco importa mucho, comenzaré a escribir algo por acá me he decidido a quitarme esa desidia tan terrible (la neta es q las vacaciones serán largas entonces habrá tiempo) y bueno, pienso interactuar con la china y con el bombón onomatopeyico, y por qué no?? un buen trago en el bar cicuta, así q a ver q sale, espero q ya q se tomaron la molestia d llegar hasta acá pues comenten algo y pongan mi link en sus blogs pa q me lean jejee (pero esperen unos días q aun no hago nada... oh chingao todo quiero

China (q me gusta mas lacia)
http://danlachina.blogspot.com/



Ada (anfetaminas contra la indiferencia)


http://onomatopeya.blogspot.com/


Manuel... drinker de profesión y poeta de convicción (del bar a la casa y viceversa, todo en un sólo punto)

cicutabar.blogspot.com


Bueno de momento me despido diciendo que el poema que está en el blogg d la china es uno d mis favoritos aunque sea taaan cursi y tan...modernista (Ah q caray con Darío y Margarita)



Ya, pronto publico algo interesante, mientras pueden leer a estas chicas (y al joven) y decirles algo bueno.