Porque ya no se puede soñar

La noche eterniza el momento en que recuerdas, incuba rostros y figuras que, al amanecer, quebrarán la realidad que te rodea.

La cotidianeidad nos corrompe y el único modo de salir de ella es trabajar por recordar; nunca olvidar el pasado para pisar firme en el presente, concientizar que estamos en un sitio prestado y que respiramos aire contaminado, ajeno, construir el futuro basados en el segundo que se aproxima, amenazante.

Tarea ardua abrazar al desencanto, volverlo parte de tu vida y, cuando haya perdido su utilidad, desecharlo, borrar con un paño las huellas digitales que se hallan plasmadas en la piel, en la tinta, en el papel que, nunca olvidarán un rostro sonriente, firme, pleno.

martes, 16 de octubre de 2007

Hoy muero de nuevo, como todas las tardes

Infarto de odio,
de desamparo,
de ganas de morir.

Infarto de odio,
de soledad,
de ímpetu en silencio.

Infarto de odio,
que me maltrata,
que rinde mi llanto.

Infarto de odio,
intermedio silencioso,
lúgubre tarde, frío amanecer.

Infarto que te asesina,
mientras te observo
me da gusto, me da pena,
me da envidia.

**
¿Para qué mierda quiero volar? ¿Con qué sentido acercarse al cielo y rogar?

Siempre he pensado que es mejor arrastrarse, como ángeles sin alas, por la tierra sagrada que nos condena, que nos admira.

Por el dolor no te preocupes, el cuerpo raspado, la sangre corriendo por la carne al roo vivo, las piedras infectando el alma, equivalen a caer, de repente, del vuelo maravilloso, onírico.

No hay comentarios: