Porque ya no se puede soñar

La noche eterniza el momento en que recuerdas, incuba rostros y figuras que, al amanecer, quebrarán la realidad que te rodea.

La cotidianeidad nos corrompe y el único modo de salir de ella es trabajar por recordar; nunca olvidar el pasado para pisar firme en el presente, concientizar que estamos en un sitio prestado y que respiramos aire contaminado, ajeno, construir el futuro basados en el segundo que se aproxima, amenazante.

Tarea ardua abrazar al desencanto, volverlo parte de tu vida y, cuando haya perdido su utilidad, desecharlo, borrar con un paño las huellas digitales que se hallan plasmadas en la piel, en la tinta, en el papel que, nunca olvidarán un rostro sonriente, firme, pleno.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Que la historia nos condene

Esto se iba a publicar pero ya no, d etodas maneras quisiera saber que nos pasa, que le pasa al país, que le estamos haciendo... 16 de septiembre y los estadios llenos pero el desfile militar vacio... no condeno, pregunto

Al parecer -¿Quién no se ha dado cuenta?- existe en la ciudad de México un descontento respecto a la situación actual que se vive, el más claro indicador de esto fue el momento oficial que se presentó el 15 de septiembre de 2007 a la hora del grito de la independencia. A diferencia de otros años, en el primer grito que dirigió Felipe Calderón Hinojosa; presidente actual de la nación, el poco movimiento, la apatía de seguir a nuestro representante nacional y el desgano popular fueron la vara con la que se midió la poca aceptación que tiene el mandatario, al menos en la gente que acudió al Zócalo a observar los tres diferentes gritos que ahí se presentaron; un momento al que estábamos acostumbrados a la euforia, a desgarrar las gargantas y a presentar nuestra mejor cara, se convirtió en un acto de presencia, sino obligada, forzada. Esto no sólo muestra el descontento social ante las políticas actuales, también exportan a los ojos del espectador-ciudadano un macrocosmos que se niegan a observar los que permanecen en sus cúpulas de poder, de dinero o de nacionalismo subjetivo. Los motivos parecen ser más que claros: el llamado “fraude electoral” del dos de julio en las elecciones presidenciales pasadas, el aumento en la gasolina y la “ley televisa” parecen ser el indicador principal (y actual) de la inconformidad que se mostró el día en que se celebra la promulgación de la independencia.

¿Qué representa esto? ¿Cómo enfrentarse como parte de la organización civil ante un conflicto de tal tamaño? ¿Cómo la política actual puede recobrar la unidad ciudadana, al menos en la parte nodal que es la celebración de la independencia de nuestro país? Quizá cualquiera de las respuestas a estas preguntas sean demasiados complejos para exponerlas en tan corto espacio, pero el punto es mostrar la forma en que la sociedad inconforme busca levantar la voz ante un mal manejo gubernamental. No sólo el presentarse con la peor cara –y no lo estoy juzgando, sólo expongo lo que se alcanzó a observar- a un acto oficial es una manera de mostrarlo, hay otro indicador importantísimo: el futbol.

El 12 de septiembre, siete de la noche, el país está detenido, una cantidad básicamente nula de automóviles transitan la ciudad y los que lo hacen (incluyendo el transporte público) traen la radio encendida para escuchar el partido contra Brasil, todos cantan el himno al unísono, nadie se pierde un segundo del acontecimiento venidero, perdemos (el aficionado también juega), perdemos y al otra día a comentar las paradas de Ochoa, el error de Márquez, etc., la empatía que se genera no tiene igual, el sentimiento de angustia por el bienestar de un país depende de 11 jugadores que buscan introducir un balón en la portería contraria.

Para el 15 de septiembre, once treinta de la noche, sobre las avenidas más importantes de la ciudad aún hay autos que van hacia sus hogares, gente trabajadora que quiere llegar a un buen momento de convivencia familiar y disfrutar de una cena tradicional, desde los que aún tienen capacidad de hacer un rico pozole y tostadas, hasta los que cenan huevos con frijoles, típica cena mexicana; la televisión, con su línea editorial confusa, presenta lo que le gusta o conviene y eso es lo que nos dan a los que intentamos observar el movimiento social en nuestro país, un recorte al grado de evitar tomar la plancha con gente descontenta y presentar la bandera junto a los fuegos artificiales, adornos y más adornos, de eso depende la estabilidad del país el día del grito de la independencia.

Por supuesto no son suficientes estas dos situaciones para explicar la gravedad del problema que vivimos ahora, pero son un buen comienzo ¿Usted qué opina? ¿Es capaz de medirse la problemática de un país a través de fenómenos extra-políticos? ¿Qué tan grave podemos considerar que este haya sido el grito más apagado que hemos tenido en mucho tiempo? La problemática expuesta aquí no se pretende que sea política sino social y desde ahí es desde donde podemos opinar con más autoridad.

2 comentarios:

marianaenana dijo...

¿Por qué ya no se publicó?

rafael muñoz-gonzález dijo...

Buna reflexión Mau, va una contrapartida de media noche en el divan. Un abrazo.