Porque ya no se puede soñar

La noche eterniza el momento en que recuerdas, incuba rostros y figuras que, al amanecer, quebrarán la realidad que te rodea.

La cotidianeidad nos corrompe y el único modo de salir de ella es trabajar por recordar; nunca olvidar el pasado para pisar firme en el presente, concientizar que estamos en un sitio prestado y que respiramos aire contaminado, ajeno, construir el futuro basados en el segundo que se aproxima, amenazante.

Tarea ardua abrazar al desencanto, volverlo parte de tu vida y, cuando haya perdido su utilidad, desecharlo, borrar con un paño las huellas digitales que se hallan plasmadas en la piel, en la tinta, en el papel que, nunca olvidarán un rostro sonriente, firme, pleno.

martes, 25 de septiembre de 2007

Mito, literatura antigua

Dejo aqui un texto que hizo mi primo Miguel, un abrazo enano y a ver si les gusta, la verdad a mí me encantó. Sobretood el final
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LA BATALLA DE PEJECÓATL Y CALDERONPOCHTLI

Pejecóatl había nacido de la cabeza de su padre, Chachalacatiuh, dios del Sol, y Calderonpochtli era hijo de Foxportilshautli, dios de la lluvia.

Desde el momento en que nacieron, el destino de los dos era claro: ninguno de los dos podría vivir mientras el otro no estuviera muerto, y el que viviera sería el dios supremo y regiría a toda la humanidad.

Pejecóatl y Calderonpochtli solían pelear cada que se presentaba la ocasión. El odio que sentían el uno por el otro era tan grande, que con simplemente cruzar miradas, el cielo ennegrecía, caían relámpagos y sonaban truenos, y la tierra se estremecía por completo. Toda la humanidad estaba conciente de que el día que pelearan a muerte, el mundo estaría en peligro de ser destruido.

Un día, después de regresar de una encarnizada batalla con Calderonpochtli, Pejecóatl pidió a su padre que le ayudará a vencer a tan fiero enemigo, a lo que su padre respondió que la única ayuda que le podía ofrecer, era un mazo muy poderoso, pero que si no sabía hacer buen uso de él, perdería la batalla.

Por su parte, Calderonpochtli también había solicitado la ayuda de su padre, quien le dijo que toda la ayuda que le podría ofrecer, era un escudo muy resistente, pero que había un arma que lo podía romper, y, por desgracia, ésta le pertenecía a Chachalacatiuh, el padre de Pejecóatl. Calderonpochtli le dijo que no habría problema, ya que Pejecóatl no era muy hábil en el uso de armas, y que fácilmente podría derrotarlo.

Pejecóatl se preparó para la batalla que decidiría el destino de la humanidad: se puso su ya maltrecha armadura, tomó uno de los escudos más resistentes de su padre, y, finalmente, el magnífico mazo, que se colgó en la espalda. Al mismo tiempo, Calderonpochtli se preparaba también para la batalla, llevando consigo una armadura completamente nueva, hecha con pieles de cientos de jaguares y hechizos de los dioses más allegados a él, un enorme mazo, recién hecho con madera de encino e incrustaciones de obsidiana recién tallada, y el escudo que su padre le había dado.

Pejecóatl y Calderonpochtli se encontraron en el prado de Trifeztlán, el lugar sagrado donde todo dios debía probar su valor y su fuerza con el fin de ser aceptados como dioses legítimos. El dios perdedor, sería reconocido como el dios ilegítimo, siendo éste el titulo más degradante entre los dioses.

Pejecóatl y Calderonpochtli se miraron mutuamente por unos instantes, y entonces, Calderonpochtli atacó. Un fuertísimo estruendo retumbó en todo el universo al recibir Pejecóatl el impacto con su escudo. Calderonpochtli volvió a atacar, aunque ésta vez con un poco menos de fuerza. Pejecóatl aprovecho un momento de vulnerabilidad de Calderonpochtli y dirigió un fuerte ataque del mazo a su cabeza, pero alcanzó a interponer su escudo, el cual pudo resistir el impacto del mazo, aunque se agrietó un poco.

Calderonpochtli notó esta grieta en su escudo, por lo que decidió atacar incesantemente a Pejecóatl hasta que el escudo de éste quedó hecho añicos. Pejecóatl estuvo a punto de recibir dos impactos directamente en la cabeza, pero logró esquivarlos por muy poco.

Calderonpochtli se desesperó y lanzó ataques a ciegas, por lo que Pejecóatl pudo ponerse a un lado suyo y atacó con el poderoso mazo que le habían otorgado, impactando el escudo de Calderonpochtli y haciéndolo pedazos. Calderonpochtli quedó algo aturdido y Pejecóatl atacó de nuevo, impactando directamente en el pecho de Calderonpochtli, quien quedó algo herido. Pejecóatl volvió a atacar tres veces más, dejando tirado a Calderonpochtli. Pejecóatl había ganado la batalla, y era ahora el dios legítimo, y quien regiría al mundo… Pero, a sus espaldas, Calderonpochtli se puso en pie, y haciendo uso de todas sus fuerzas, propinó a Pejecóatl un golpe extraordinariamente fuerte en la cabeza, dejándolo tirado, inconciente. Calderonpochtli era ahora el dios legítimo que gobernaría a la humanidad por los siguientes seis milenios. Sin embargo, Pejecóatl y su padre no lo reconocían como dios legítimo, ya que había perdido primero, y sin saber cómo, había obtenido más fuerza y lo había atacado por la espalda, acción que era completamente inaceptable entre los dioses, por lo que, desde en ese momento, Pejecóatl juró venganza y proclamó a los cuatro vientos que Calderonpochtli era el dios ilegítimo, y que no merecía gobernar a la humanidad.

Pero eso no importaba, ya que después de tan fiera batalla, la humanidad había quedado diezmada y desmoralizada, por lo que no tenía caso dirigirla ya: los hombres eran inservibles e ignorantes, y cualquier cosa que alguno de los dos intentara hacer para cambiar eso, sería un esfuerzo inútil y mal correspondido.

El odio que Pejecóatl y Calderonpochtli se tenían provocaría que, un día, se enfrentaran de nuevo, siendo ésta la batalla en la que alguno de los dos muriera, y aquella feroz batalla sería el único recuerdo que la humanidad conservara, hasta ser aniquilada por completo de la faz de la tierra.

2 comentarios:

marianaenana dijo...

¡jajajaja! Me reí mucho, em encantó la sátira...
Pero no creo que la sociedad esté desmoralizada, ya no cree en instituciones como: la presidencia, la izquierda, el gobierno, etc... Pero desmoralizada, no.

Saludos y queda pendiente el concierto de trova ¡eh!

Karina dijo...

Mostro, perdoneme por no ir a su cumple, ese viernes debí cumplir unas labores sociales que ni quería hacer, ni salieron como debían... Neto, era mejor su cumpleaños. Pero ahí tengo sus regalo, están más que chidos y lo mejor es que no gasté un peso en ellos, ahí luego se los doy.