¿Qué tal que estamos constituidos a base de ideas, de imágenes, de suspiros, de elementos intangibles que al unificarse se vuelven palpables?
La noche estrecha los corazones y borra la economía de sentimientos, tiñe de plata el panorama y genera voces envidosas, obscuras, rabiosas.
La palabra como ente despierto, vivo, generado y reducido a nada por el mismo magnetismo de lo cotidiano, revuelve las tripas y hace caer las caricias ¿Cómo soportar un sistema de comunicación que lo único que hace es abatirnos y ocultar los impulsos que esa sustancia etérea genera? Lo más bello que podría hacer el lenguaje, el discurso, la palabra, es guardar silencio y reposar, hasta el día que tenga algo bueno, nuevo, que decir.
Porque ya no se puede soñar
La noche eterniza el momento en que recuerdas, incuba rostros y figuras que, al amanecer, quebrarán la realidad que te rodea.
La cotidianeidad nos corrompe y el único modo de salir de ella es trabajar por recordar; nunca olvidar el pasado para pisar firme en el presente, concientizar que estamos en un sitio prestado y que respiramos aire contaminado, ajeno, construir el futuro basados en el segundo que se aproxima, amenazante.
Tarea ardua abrazar al desencanto, volverlo parte de tu vida y, cuando haya perdido su utilidad, desecharlo, borrar con un paño las huellas digitales que se hallan plasmadas en la piel, en la tinta, en el papel que, nunca olvidarán un rostro sonriente, firme, pleno.
La cotidianeidad nos corrompe y el único modo de salir de ella es trabajar por recordar; nunca olvidar el pasado para pisar firme en el presente, concientizar que estamos en un sitio prestado y que respiramos aire contaminado, ajeno, construir el futuro basados en el segundo que se aproxima, amenazante.
Tarea ardua abrazar al desencanto, volverlo parte de tu vida y, cuando haya perdido su utilidad, desecharlo, borrar con un paño las huellas digitales que se hallan plasmadas en la piel, en la tinta, en el papel que, nunca olvidarán un rostro sonriente, firme, pleno.
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